lundi 11 avril 2011

EL ACCIDENTE DE CHERNÓBIL A TRAVÉS DEL OBJETIVO DE IGOR KOSTIN


"Lasciate ogne speranza, voi ch'intrate"
Canto III, Infierno (La Divina Comedia), Dante Alighieri

Resulta estremecedor imaginar todos aquellos militares, representantes del partido, reservistas y trabajadores soviéticos cruzando el cartel que daba la bienvenida a Chernóbil: “Buena suerte en tu camino”. Parece hoy el eco de la famosa inscripción que Dante, acompañado de Virgilio, lee cuando cruza la puerta del infierno: "Abandone toda esperanza, aquel que entre aquí".

Ha sucedido algo en Chernóbil
            Todo sucedió el 26 de abril de 1986, cuando el equipo que operaba en la central se propuso realizar una prueba con la intención de aumentar la seguridad del reactor. Durante la prueba en la que se simulaba un corte de suministro eléctrico, un aumento súbito de potencia en el reactor 4 de esta central nuclear produjo el sobrecalentamiento del núcleo del reactor nuclear lo que terminó provocando la explosión del hidrógeno acumulado en su interior.
            Fueron arrojadas a la atmósfera unas 200 toneladas de material fisible con una radiactividad equivalente a entre 100 y 500 bombas atómicas como la que fue lanzada sobre Hiroshima.
            Aquella mañana, un helicóptero partió de Kiev para sobrevolar la central en misión de reconocimiento:
“Gotas de sudor caliente resbalan por mis antebrazos. La temperatura es muy alta, pero no vemos fuego. Abro la ventanilla, automáticamente, como hago siempre para evitar los reflejos. Ajusto mi cámara y saco una foto. Una gran bocanada de aire caliente llena la cabina del helicóptero. Al momento, me entran ganas de rascar el fondo de mi garganta. Es una sensación nueva y extraña. Trago la saliva con dificultad. Probablemente se deba a los vapores tóxicos del incendio”.
            Así fue como Igor Kostin tomó el único cliché en el mundo con fecha del mismo día del accidente. Este reportero, que en la época representaba a la agencia de noticias Novosti, fue el encargado de retratar el infierno que siguió a los meses posteriores a la explosión y publicó en 2006 un libro que recoge aquella experiencia: “Tchernobyl, confessions d’un reporter”. Esta singular foto, de aspecto granulado debido al nivel extremadamente elevado de las radiaciones, no fue el único que tomó; empero, las otras veinte que sacó antes de que su disparador se bloquease, estaban cubiertas de una película opaca.


            De hecho, ni la tecnología más avanzada podía hacer frente a las radiaciones: “Al principio, consideraron que al estar algunas zonas muy contaminadas, utilizarían robots. Enviaron especialmente un robot alemán muy perfeccionado sobre la cubierta de la central. Pero se negó a obedecer, la radiactividad perturbaba incluso a las máquinas. Después avanzó hacia el borde de la cubierta, y se precipitó al vacío. Parecía que hubiese querido saltar”.

Un ejército de “robots biológicos”
            Un popular chiste de aquel momento decía: En el mercado, una mujer grita: “¡Compren mis hermosas manzanas de Chernóbil!” Un hombre le dice: “¡Pero deje de gritar eso! Si no, nadie comprará sus manzanas.” La mujer le contesta: “¡Desengáñese! Me compran bastantes: hay quien las compra para su suegra, hay quien las compra para su mujer…”
            Según el testimonio de Igor Kostin, “con los liquidadores, el ambiente era distendido, alegre. Bromeábamos sin parar, como si la catástrofe en la que estábamos sumidos no existiese en realidad”. Sin embargo, las condiciones de los trabajadores eran extremas. La radiactividad destruía los circuitos electrónicos de las máquinas automáticas o teledirigidas, por lo que toda la labor de descontaminación fue llevada a cabo por hombres, llamados “liquidadores” o “robots biológicos”. 
“Se ignora si todas esas personas eran realmente voluntarios. Pero lo que está claro es que sin su sacrificio, las consecuencias del accidente habrían sido mucho peores, (…) peores en toda Europa de la que la mitad de su población habría tenido que ser desplazada y la mitad de su superficie habría dejado de ser cultivable. Los liquidadores tal vez no pudieron elegir librar esta guerra, pero pusieron a disposición del poder una de las pocas cosas que aún se podían poseer en la URSS: su vida”.
“En la cubierta, no debían quedarse más de cuarenta segundos. El tiempo de echar una o dos paletadas de residuos radiactivos en el agujero abierto del bloque nº4. A veces, el nivel de radiactividad alcanza diez mil roentgen (100 Sv). Y nadie había ni siquiera simplemente imaginado que era posible trabajar a diez mil roentgen. Suena la sirena. Ocho soldados salen corriendo y se precipitan a la cubierta. Cuarenta segundos después, suena la sirena otra vez: vuelven, siempre corriendo”.
 Hubo voluntarios que se sumergieron en la reserva de agua pesada de la central, justo debajo del reactor, para abrir la válvula de vaciado. Obreros especializados vinieron de toda la URSS para construir el sarcófago que aísla la zona explotada, toda una obra de ingeniería, si se toman en cuenta las condiciones y el tiempo en el que se construyó. Kostin vio a hombres “trasladando bloques de grafito radiactivos con las manos desnudas”. Los pilotos sufrían mareos en pleno vuelo, a trescientos metros por encima del reactor, donde la radiactividad alcanzaba los mil ochocientos roentgen por hora (18 Sv). En el documental censurado por el gobierno “Crónica de días duros” de Volodia Shevchenko, se puede ver cómo cae un helicóptero MI-8 después de haber chocado contra el brazo de una grúa. El mismo Shevchenko murió poco tiempo después de haberlo grabado, a consecuencia de las grandes dosis de radiación a las que estuvo expuesto. Antes de morir confesó que sólo se arrepentía de lo que no grabó en Chernóbil.

2011: Año 25 después de Chernóbil
Las magnitudes de la tragedia humana de Chernóbil son escalofriantes. Los datos ofrecidos por las autoridades indicaron en aquel momento que 31 personas murieron como resultado del accidente, pero el número exacto de muertes causadas por la radiación aún se desconoce. El accidente forzó al gobierno de la Unión Soviética a la evacuación de unas 135.000 personas y provocó una alarma internacional al detectarse radiactividad en diversos países de Europa septentrional y central. El gobierno ocultó la catástrofe las primeras dos semanas y mintió informando de una forma breve que había sucedido un accidente muy controlado y nada alarmante en la central.
10 millones de personas fueron directamente afectadas, junto con todos sus descendientes. En el informe de Greenpeace de 2006 se afirma que "las cifras publicadas más recientemente indican que sólo en Bielorrusia, Rusia y Ucrania el accidente podría ser responsable de 200.000 muertes adicionales en el periodo entre 1990 y 2004”.
Por otra parte, en el perímetro de seguridad que rodea la central están abandonados un millón de metros cúbicos de material, sin catalogar ni señalar. Todos los helicópteros, bulldozers, camiones… que se utilizaron en la descontaminación siguen ahí. Sin embargo, al estar sin ningún control, todo material de valor fue desvalijado por ladrones. ¿Quién no te asegura que tu coche no tenga un tornillo con material radiactivo de Chernóbil?
 En la guerra sabes que la muerte te vendrá en forma de bala, de bomba o de misil, y puedes intentar esconderte de ella detrás de una roca, con un chaleco antibalas, o en las trincheras. Pero es tal la sofisticación del infierno que ha creado el hombre, un infierno que ni Dante podría haber imaginado, que no hay manera de esquivar la muerte. La radiación no la sientes, no la ves, pero te mueres igual, para siempre. La única diferencia es que las malvas que criarás serán radiactivas…

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